14.11.09

I - La balada del dragòn


I El creador

arriba Ch'ien, el cielo
abajo Ch'ien, el cielo











Cuando llega la noche y la hora de caminar entre las piedras no provoca temor; cuando llega la noche y sòlo la luna alumbra el paso entre las hojas; cuando llega la noche y el miedo por estar solo se va. Cuando finalmente camino sin ver y mis pies marchan con la certeza en ellos; el camino se ajusta a mis pasos. No soy yo quien elige el camino. Es el camino quien me llama y me lleva, quien se acompasa al ritmo de mis torpes pies que desconfiados aùn a veces quieren perder el rumbo. Se acomodan las piedras, se abren las ramas, se marca el camino e insiste: este el paso que debes dar.

Lo veo ahì, blanco, luminoso, màs claro que el resto de la tierra; aùn en la penumbra lo puedo ver con sus ligeros recovecos, subidas y pendientes pequeñas, espinas en las orillas, algunas piedras sueltas y el polvo que la planta de mis pies hace volar.

Ahì està, finalmente, luego de tanto buscarlo me mira con una sonrisa tan amplia como sus lìmites e insiste: èste es el paso que debes dar.

Y lo doy.
Sigo al Camino, confiado, seguro, como un Orfeo que no debe voltear para dejar el infierno.

Camino y en el camino respiro. Me lleno del aire helado del desierto y me detengo para observar que la luna se ha escondido. Hay un huizache frente a mì. No es necesario - le digo - yo no soy Aquèl. Me deja pasar. Miro a lo lejos y apenas alcanzo a notar el humo de la fogata que calienta a mis compañeros. Ya no oigo ni sus risas ni sus voces, quizà se han quedado dormidos. Los observo de lejos sin verlos, sabiendo que estàn ahì y que aùn en sus sueños entrarìa mi grito si algo si me sucediese. Estàn ahì. Me detengo, aùn no es hora de llegar.

Miro el desierto. La luna que reaparece tras las nubes, las espinas, las enormes biznagas; oigo los aullidos de perros, de coyotes, el relichar del caballo que por la mañana pasò frente a nosotros. Allà a lo lejos algo se mueve. No siento miedo. Sòlo estoy. Y busco entre mis palabras el adjetivo que describa a la perfecciòn el momento y no lo encuentro. No existe. No hay palabra, no hay sonido, no hay nada que haya sido creado por la lengua capaz de nombrar lo que vivo. La palabra no alcanza. Sòlo lo explican los sentidos. Permanezco inmovil. Aquì se està tan bien. No es necesario - le digo - no voy a quedarme.

Me muestra sus rostros de maravilla; ilumina arriba, oscurece abajo, sacude el aire, detiene el tiempo, gira, se invierte, me toca, me llama, me susurra, me sujeta, me suelta, me habla. No es necesario - le digo - no me voy a quedar.

Por un momento lo logra y me seduce. ¡Detente! Eres tan bello...
Escucho y me escucho queriendo tenerlo entre mis manos, guardarlo en un cofre para hacerlo mio, mio para siempre. Mio y para siempre.

Viento a favor sale en mi defensa y trae hasta mis oìdos las voces de mis compañeros. Me esperan los mios. Vuelvo a donde pertenezco, con mis hermanos, con mis compañeros a quienes quiero y necesito, quienes me quieren y necesitan. Me siento feliz y vuelve Camino a ponerse bajo mis pies.

Llego hasta ellos. Sentados en corro merendabamos besos y porros.


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nueve en el primer puesto: un dragòn oculto; aùn no actùa

1.11.09

Bushido 1



jin





...no tengo naves, hago de mi voluntad mi barca para cruzar el mar...



Ha pasado la noche y he aquì que recojo mis herramientas: el tacto, el gusto, el olfato, el oìdo, la vista, el amor y me despido. No tengo naves, esta noche las he quemado. No tengo naves, esta noche he abandonado toda esperanza de vuelta y todo temor de camino. Avanzo sin miedo y sin esperanza. Y suelto las riendas de mi corazòn.
Descanso.
Soy libre.
No tengo cadenas, no tengo prisiòn, lo ùnico que me ata son las cintas a mis zapatos.

No tengo naves. Miro el horizonte y el humo de la madera señala el camino por el que nunca volverè a andar. No tengo motivos. Soy libre y es menester saber què hacer con tanta libertad.


...

Nueve en el primer lugar: un dragòn oculto. Aùn no actùa.