17.2.10

V La Balada del dragòn




I - El creador

Arriba Ch'ien: el cielo
Abajo Ch'ien: el cielo








La búsqueda de mí inició la tarde en que, en la punta de mi barca con la espada en la cintura, desatè las amarras en busca de un nuevo Fuego Fatuo a vencer. Lejos me llevaron las olas, a un lugar del que noticia alguna no habìa llegado jamàs a mis oìdos.

Luego de meses de seguir afanosamente las huellas de mi adversario por playas, islas y acantilados, sin alcanzarlo, perdì la tripulaciòn. No tengo claro aun còmo fue, pero el caso es que me vi una mañana solo en la cubierta, con el sol de frente y el pasado detràs. Soltè el timòn, presa del agobio ante la soledad y dejè que mi barca navegase a la deriva. Entonces apareciò.

Ella susurraba apenas. Ignorante como era, no se habìa enterado que cada marino que pasaba a su lado llevaba los oìdos tapados, amarras invisible en pies y manos, y una terrible cadena le ataba el cuerpo al mastil de su barco. Al llegar frente a su roca -no era la primera vez- la vi - por primera vez.

Alcanzaba a ver su boca moverse y me preguntè què hacìa esa sirena ahì, siempre sobre esa roca, siempre moviendo los labios y una curiosidad que nacìa en el corazòn me llevò a llenar de aire mis pulmones, apretar nariz y labios hasta escupir fuera de mi oido izquierdo una bola de cera. Como no habìa marinos que me detuviesen en el afàn de desatarme y poner atenciòn a sus palabras, saltè al ocèano y me dirigì a su aposento.

"Cuentan que en el lejano Oriente hay un sendero que te lleva exactamente al lugar del que saliste. Los viajeros caen presas de una impertinente confusión pues, después de varias jornadas de camino, el sendero los lleva exactamente al lugar del que partieron."

Su boca agrietada por el sol y la sal apenas dejaba salir un susurro. Sus ojos cansados no notaron mi presencia de inmediato. Repetìa sin cesar las mismas palabras que yo en un principio no alcanzaba a comprender.

"Cuentan que en el lejano Oriente hay un sendero que te lleva exactamente al lugar del que saliste. Los viajeros caen presas de una impertinente confusión pues, después de varias jornadas de camino, el sendero los lleva exactamente al lugar del que partieron."

De pronto, me mirò por primera vez y sus ojos volvieron a brillar. Cuànta fue su felicidad al ver que sus hermanas no tenìan razòn: ningùn marino llegarà un dìa y no advertiràs en sus oidos que vueltas y vueltas ha dado al mismo camino. Ningùn marino llegarà un dìa y no advertiràs en sus oìdos que se ha extraviado. Ningùn marino llegarà un dìa y no advertiràs a èl que son sus ojos, y no sus oìdos, los que debe tapar.

Me sentè a su lado; se durmiò conmigo.

Mirè las olas durante 40 dìas con sus 40 noches contìnuas hasta entender el significado de aquellas palabaras. No era cosa del camino, era cosa de mi andar.

Al amanecer del dìa 41 me levantè de la roca. Tomè su mano. Ven conmigo - dijo - serè tu rosa de los vientos.

No tengo pies.
Yo caminarè por ti.
No tengo vestidos.
Yo te abrigarè en mi piel.
No tengo ojos.
Yo serè tu mirada.
No tengo destino.
Yo acomodarè el camino.
No tengo tripulaciòn.
Yo desplegarè las velas.
No tengo corazòn.
Yo latirè contigo.

Tomè su mano y subimos a mi barca.

Ahora, cierra los ojos y confia; yo serè tu brùjula, tu espada y tu sino.




.......

Nueve en el quinto puesto: dragòn que vuela en los cielos; ayuda a progresar ver al gran hombre.