4.3.10

VI - La Balada del Dragón





I - El creador

Arriba Ch'ien: el cielo
Abajo Ch'ien: el cielo








Como cualquier animal, al sentirme vulnerable y herido, busquè mi cueva.
Y la encontrè llena.

Montones de espìritus con sus voces llenaban mi espacio y yo querìa desesperadamente un poco de silencio.
Montones de fantasmas con sus voces y sus velos llenaban mi espacio y yo necesitaba desesperadamente un poco de silencio.
Montones de fantasmas con sus voces y sus velos y sus ojos llenaban mi espacio y yo buscaba desesperadamente un poco de silencio.

¿Què hacen aquì? me preguntaba todo el tiempo. Ahì con ellos llenando todo no habìa espacio para extender mi cuerpo cansado y dolido, para traer agua y lavarme, no habìa espacio para caminar, estaba atado, encerrado, inmovilizado en mi propia cueva. Ahì con ellos llenando todo no habìa espacio para dormir, no podìa pensar, no podìa escuchar; ellos mirandome, hablandome, tocandome, llenando todo. Me asfixiaba y no podìa escapar.
¿Acaso escapa uno de su propia casa?


Me asfixiaba. Sus voces devoraban el oxigeno de mi cueva y dejaban sòlo un vaho enrarecido que lastimaba mis pulmones. ¿Què hacen aquì? preguntaba. Todos hablaban al mismo tiempo y no lograba yo escuchar ni mi latido entre tanto ruido. Ellos vivian ahì, yo los habìa llevado antes, cuando estar solo era una tarea imposible y la compañìa de los fantasmas era mejor que la mia.
Entonces, còmo podrìa vaciar mi cueva para poder sanar. Urgido de silencio, urgido de paz, urgido de mì.

Entonces me di cuenta de su ausencia. Mi sirena se habìa quedado afuera. Entre tantos fantasmas no habìa espacio para ella.

Llorè. Herido como estaba no podìa hacer que los fantasmas escucharan mi voz y se movieran. Ellos hablaban, autistas y lejanos, susurraban, llorosos y crueles; gritaban, ensoberbecidos y demandantes. Eran ahora los dueños de mi cueva.

Mi sirena jugaba con el sol en sus manos y su vista me conmovìa: habìa finalmente encontrado una sirena y no tenìa lugar para ella en mi vida.

Llorè, miedoso como era, porque ella se irìa. Yo temìa que mi sirena se fuera, me abandonara, imposibilitada de entrar a mi casa.

Llorè, sangrante como estaba y me parè en la entrada de mi cueva. ¡Fuera, todos! gritè. Algunos, los màs amables, con una sonrisa se levantaron y salieron; otros, me miraron con desprecio y yo entendì su enojo: yo los habìa traido y ahora los echaba de mi espacio. Quise explicarles, habìa lugar para ellos al rededor de la cueva, algunas veces adentro y otras afuera. Algunos entendieron y se sentaron en los prados cercanos; los màs terribles, se aferraban a las paredes de mi casa y gritando amenazantes atacaban tanto a mì como a mi sirena. Ya me quedaba sin fuerzas y mi sirena sin aliento. Jugaba aun con el sol entre sus manos y al abrirlas iluminaba el mundo. Cerraba las manos y la luna resplandecìa. ¿Còmo podìa yo dejar de luchar por mi sirena? ¿Còmo podìa claudicar en mi intento por dejarla entrar en mi vida?

Tomè mi espada. Entendì que era necesario desterrarlos, por fuerza, sacarlos, no se irìan de otro modo, acostumbrados como estaban a hacer de mì lo que quisieran. Hube de cortarlos, algunos muy amados, otros desconocidos. Tuve que gritar, romper sus brazos, acallar sus gritos, desoir sus amenazas. Hube de matarlos.

Aun ahora sus gritos me despiertan alguna noche, cuando mi mente recorre el pasado buscando entre escombros a mis seres queridos. Aun ahora, me despiertan sus amenazas. Y vuelvo a cerrar los ojos, abrazo a mi sirena que cierra sus manos escondiendo el sol, dejando brillar a la luna. Ella acaricia mis cabellos y susurra suavemente: descansa... es hora de dormir.




.......
Nueve en el sexto puesto: un dragòn sin cabeza aparece volando por los cielos; buena fortuna

1 komentář:

Anonymní řekl(a)...

por lo pronto la imagen me roba la mente, me embeleza, las letras traereán lo suyo...de seguro...

desempleado #32,423,423